Se acaba una nueva jornada de liga, que nos deja a un Barcelona más líder, que sigue cosechando pleno de victorias y que solo tiene que lamentar la lesión de su fichaje estrella, Dembelé, que estará apartado de los terrenos de juego varios meses.
También nos deja la resurrección del Madrid en Anoeta, bueno hablar de resurrección es algo exagerado, porque el Madrid, no estaba ni mucho menos muerto. Pero sí ha servido para comprobar que cuando más difícil lo tiene, más sencillo lo hace. Llegaba con numerosas bajas a casa de una Real Sociedad que estaba en plena forma y colíder de la liga. Muchos auguraban una derrota amarga del conjunto de Zidane, pero una vez más, el plan B, o el M (de Mayoral) le funcionó y ganó sin sufrir y sin echar de menos a nadie.
Pero al margen de otros resultados, esta jornada quedó marcada por la inauguración del Wanda Metropolitano, el nuevo estadio del Atlético de Madrid. Por fín llegó el día marcado por todos los rojiblancos. Bien es cierto que la mayoría no quería el cambio, pero una vez que fue inevitable, todos estaban deseando ver lo que sería su nueva casa, al menos por otros 50 años.
Fue un día histórico y "solo" 68.000 afortunados tuvieron la ocasión de presenciar el debut del Atlético de Madrid en su nuevo estadio. Y uno de ellos, fui yo.
Lo primero que tengo que decir, es que el estadio, impresiona, que la imagen que se obtiene cuando sales de la estación de metro, se te queda grabada. Ves la grandiosidad del recinto y solo quieres verlo por dentro. (Bien es cierto, que en los días que vivimos, con la tecnología y los medios que tenemos, y gracias a la labor del departamento de comunicación del conjunto rojiblanco, conocíamos de sobra el aspecto tanto exterior como interior, ya que nos lo han ido mostrando día a día, hemos visto como crecía y como iba cambiando su aspecto, como si de un embarazo se tratara.)
Pero una cosa es lo que ves a través de una pantalla, y otra muy distinta, es verlo con tus propios ojos. Esa sensación de subir las escaleras, ir hacia tu vomitorio y contemplar por primera vez, el campo desde dentro, es difícil de explicar. Lo primero que se te viene a la cabeza es decir "guau" y y lo que quieres es llegar cuanto antes a tu nueva localidad. Una vez que la encuentras y te sientas, ahora sí, tienes tiempo para quedarte contemplando el cesped, las gradas, los banquillos, el techo y cualquier rincón que alcancen tus ojos. Y una vez agudizada la vista, llega el momento del oído. La acústica es magnífica y te imaginas como será en pleno apogeo.
Pero pasado ese primer instante de impresión, digamos de subidón, llega de manera inmediata un tiempo de reflexión. Y es, en ese momento, cuando una sensación extraña te recorre por todo el cuerpo.
Vuelves a contemplar el estadio y piensas que no es el tuyo. Te choca, te resulta extraño, y te da la sensación, que te encuentras en una ciudad europea y dispuesto a ver a tu equipo en una final de Champions o de la Europa League y que cuando acabe el partido volverás a tu ciudad y a tu estadio.
Sensación lógica y se tardará en acostumbrarse, como cuando cambias, de trabajo, de casa, pero te acostumbrarás y sabrás que has hecho bien en cambiarte, porque a la larga, mejoras en todo en relación a lo que tenías.
Y digo, lo de a la larga, no por capricho, sino porque, con toda su grandiosidad, y con todo lo que tú quieras, al estadio aún le queda mucho para estar en perfectas condiciones. Haciendo un símil con la vivienda, es como si vendes tu piso en un edificio y te mudas a un gran chalet individual con 1000 metros de parcela. Te mudas con prisas porque los plazos te obligan, pero por mucho que adecentas el chalet, el día de la mudanza te das cuenta de que todavía quedan muchas cosas por hacer y por mejorar. Algunos baños no están acabados, los videomarcadores fallan, cables sueltos, zonas sin habilitar, los aledaños son un descampado, los accesos por carretera, un infierno, etc.. pequeños obstáculos, que de todos modos, no impiden que puedas vivir y disfrutar de tu nueva casa, y a sabiendas que en poco tiempo, va a lucir con todo su esplendor y que vas a ser la envidia de todos tus vecinos. Pero para eso, habrá que esperar un tiempo, que se intentará que sea lo más breve posible.
Y yo creo que esa sensación extraña que viví, (vivimos) todos los aficionados, también la experimentaron los propios jugadores que deben amoldarse al nuevo césped, a las nuevas medidas, en definitiva a sentirse en su nueva casa.
Lo mejor es que se salvaron los muebles, se venció por 1-0, (Simeone, fiel a su estilo no entiende de fiestas, ni estrenos) y que Griezmann pasó a la Historia al ser el primer goleador en el Wanda Metropolitano. Veremos a ver como acaba la historia del francés con el Atlético.
En definitiva, que viví un día histórico, junto a mi hijo y amigos, que siempre quedará en el recuerdo.