Cuando te juegas toda una temporada a la suerte de los penales, puede salir cara o cruz, porque es una pura lotería, donde se igualan las fuerzas. No importa lo que has hecho durante el partido, si merecías más o menos la victoria, si el árbitro te perjudicó o te benefició. No importa como llegaste a esa final. No importa si eres mejor o peor que tu rival. No importa nada. Todo eso se deja a un lado. Todo se centra en el duelo jugador-portero; portero jugador. En el azar, en la confianza, en el destino en definitiva. 113 años de historia pudieron cambiar desde los once metros en la noche del Sábado en Milán. Pero nada cambió. La historia volvió a dar un revés al conjunto rojiblanco. Si la derrota en Lisboa fue cruel, la de Milán fue aún peor. Porque el atlético tuvo la champions en su mano. La sensación de todo el mundo, es que era su oportunidad. Tras el empate, el Madrid estaba muy tocado, Bale y Ronaldo medio lesionados, era la ocasión de ir a por ellos. La gente esperaba la salida de un jugador como Correa para desbordar a la defensa blanca ya mermada. Pero Simeone, que si hay que ponerle un pero, es la falta de ambición que a veces demuestra, decidió no jugarsela. Temía un gol del Madrid y prefirió aguantar, que pasen los minutos y buscar una oportunidad, y si no, pues a la lotería de los penaltis.
Simeone ha vivido muchas veces en el alambre y casi siempre le ha salido bien y se siente a gusto en él. Pero sabes que alguna vez puede salir cruz, y salió en el peor momento.
El Atlético ha perdido tres finales de copa europa, las tres que ha disputado y lo más curioso es que las tres las pudo ganar. Se escaparon en el último instante y por centímetros. Los centímetros que le faltó a Reina para detener el disparo del alemán Schwarzenbeck , o a Courtois para atajar el remate de Ramos, o en el penalti de Griezmann, y por qué no decirlo, en el de Juanfran. Unos centímetros más a la derecha y el balón después de golpear en el palo iría hacia la portería y no hacia afuera. Pero ni el tiempo, ni las distancias están del lado rojiblanco.
Ahora es hora de lamentarse, pero también de sentirse orgulloso, de valorar lo que ha hecho este equipo en estos últimos años. Sí, es cierto que he visto perder a mi equipo dos finales de Champions, y duele, vaya que si duele, pero también he de reconocer que nunca me había imaginado que pudiera llegar a ver jugar una final de Champions al atlético y lo ha hecho y en dos ocasiones. Entonces
¿por qué no puede haber una tercera? Nadie lo sabe, difícil es, y cada año más porque los grandes equipos de Europa, y me refiero en lo económico, tienen todas las papeletas para estar presente en las finales, por pura lógica. Los ricos cada vez son más ricos, y los demás tenemos que esperar que suceda un milagro, pero nadie nos quita la ilusión de volver a intertarlo, aunque a lo mejor nunca más llegue. De la misma manera que seguimos jugando a la Lotería cuando sabemos que nunca nos va a tocar, o sí. Porque por muy difícil que sea, una cosa está clara, si no lo intentas, si no juegas, es imposible.
En estos días, siento pena, mucha pena, pero más que por mí, por mis hijos, y por todos los niños y niñas que el sábado y también el domingo lloraron como nunca.
Por ellos, espero que la historia nos de la oportunidad de poder volver a intentarlo. Y esta vez, que salga cara, para que la próxima vez que vea a mi hijo llorar, sea de alegría.